La llaman la hormona del amor y es la responsable de que el vínculo que una madre siente por su hijo sea el lazo afectivo más poderoso. En el día de la madre, indagamos en la química que se esconde detrás del cariño.
“En una relación madre-bebé con un sistema de oxitocina activo, uno puede observar, sentir, casi oler, el amor que emana de uno a otro en constante retroalimentación, generando un ambiente capaz de contagiar a quienes les rodean. Amar genera oxitocina y ella nos da la capacidad de sentir el amor”, describe Alicia Domínguez Diéguez, psicóloga perinatal.
Tan fuerte es su efecto que está grabado en el ADN de todas las féminas. La maternidad en cualquiera de sus formas desarrolla procesos que desencadenan la producción de esta sustancia. “Muchas no se inician como un proceso biológico, pero en cualquier caso, todas ellas estarán en retroalimentación con esta hormona. Amar produce amor”, añade.
La pócima del amor
“La oxitocina es la expresión bioquímica de la experiencia de amor, unión y confianza”, describe Alicia. Ligada al bienestar, el sistema endocrino genera esta sustancia en las interacciones de afecto positivo.
“Está presente en todos los actos de amor; cuando tenemos un orgasmo, cuando compartimos comida, cuando abrazamos, cuando mantenemos contacto, cuando nos sentimos tranquilos, cuando nos miramos profundamente a los ojos, cuando sentimos que formamos parte de algo…”, cuenta la experta.
Aunque sus cotas más altas se alcanzan con el embarazo y la lactancia. “Tras un parto fisiológico, -que se desarrolla a su propio ritmo, sin intervenciones químicas-alcanzamos los mayores niveles de oxitocina que pueden lograrse en la vida.
La función de este pico de oxitocina es que madre y bebé se reconozcanmutuamente y se enamoren profundamente el uno del otro; un mecanismo evolutivo para garantizar el cuidado de las crías”, argumenta.
Esta hormona despierta el instinto maternal no solo en humanos. Un estudio realizado por la Escuela de Medicina de la Universidad Nueva York demostró que la secreción de oxitocina era una pieza fundamental para que las ratonas reconociesen el llanto de sus crías.
Se trata de un mecanismo que empodera a la mujer y la convierte en una heroína con un objetivo
Pero los roedores no son los únicos mamíferos para los que esta sustancia refuerza la conexión familiar. La Dra. Kelly Robinson, investigadora de la Unidad de Mamíferos Marinos de la Universidad de St Andrews, descubrió que los niveles de oxitocina en las focas se incrementan al estar cerca de sus crías. Además, Robinson apunta en su trabajo que la concentración de la hormona determina por qué unas madres cuidan mejor a sus bebés que otras.
Este comportamiento se traduce también en los humanos. “El bebé estimula la oxitocina de la madre, y el efecto de esto le garantiza cuidados, calor y alimento. Asimismo, el funcionamiento adecuado de este elemento favorece el éxito de la lactancia materna; estimula la producción de prolactina, actúa como vasodilatador y activa la eyección de la leche”, declara Alicia.
Hormona todopoderosa
ALÍCIA DOMÍNGUEZ Psicóloga perinatal
Más allá del encender el amor materno filial, este concentrado despierta también el coraje y la fuerza. “En los niveles en los que se presenta en el embarazo, parto y posparto, tiene un prodigioso efecto: elimina de la amígdala los efectos bioquímicos de la parálisis ante el miedo; la indefensión aprendida, que es el miedo condicionado culturalmente, del que aprendemos a no escapar o enfrentar”, asegura la psicóloga.
Se trata de un mecanismo que empodera a la mujer y la convierte en una heroína con un objetivo: asegurar el bienestar de su vástago. De ahí que incluso pueda dar pie a comportamientos agresivos como respuesta protectora. “La madre fiera es la recuperación de nuestra condición mamífera, la maternidad instintiva, más allá de los condicionamientos socioculturales”, indica Domínguez.
Herencia materna
De entre las múltiples capacidades heredadas de las madres hay una que destaca sobre las demás: nos han enseñado a querer. “El amor materno es el modelo que desarrollamos a lo largo de la vida en las relaciones que establecemos, es nuestro principal estilo afectivo. Las primeras experiencias de nuestra vida dejan una profunda huella en la sensación de cómo es estar en este mundo”, señala Alicia.